DADME UNA PALANCA Y MOVERÉ AL MUNDO...

MAR DE FUEGUITOS - (Eduardo Galeano)

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.


Que esos fuegos que arden la vida con tantas ganas no se apaguen…
Para que sigan encendiendo otros fueguitos por ahí…


DADME UNA PALANCA Y MOVERÉ AL MUNDO


Vivimos en un mundo de injusticias, y a eso lo sabemos muy bien. Vivimos en un mundo de desigualdades, y a eso nadie lo puede negar. Vivimos en la sociedad de la indiferencia, y es esa indiferencia la que muchas veces más lastima. Vivimos en el caos y en el descontento, vivimos entre falsas promesas y vivimos entre mentiras. Pero así y todo, vivimos…estamos vivos y nadie puede contra eso.
Y justamente porque estamos vivos y porque somos libres, hay quienes pensamos que existe una forma diferente de vivir, de vivir realmente, de vivir dignamente, y no de simplemente “sobrevivir”. Y quienes estamos vivos, quienes somos libres y quienes pensamos que un mundo diferente es posible, estamos hoy aquí, buscando el punto de apoyo del mundo, para desequilibrarlo y poder moverlo; moverlo de la ceguera, moverlo de la negación, moverlo de la intolerancia. Moverlo de la pasividad y correrlo hacia la habitación contigua, la de la otra realidad posible, la de la implicación y la de la satisfacción de poder brindar al otro algo que le es propio: el derecho a vivir dignamente.
Es verdad que solos no vamos a cambiar el mundo, pero no por eso vamos a dejar de intentarlo. Las cosas están más al alcance de nuestra manos de lo que creemos…y las cosas se tornan mucho mas sencillas si en el compromiso con esta causa que se llama justicia social estamos todos, juntos.
El techo, el alimento, la vestimenta, el juego, la recreación, la educación y la posibilidad de compartir con los pares es un derecho de todos, y cuándo se priva de ese derecho a alguien se está atentando contra la propia identidad, contra la propia libertad y contra la propia subjetividad.
Y sin embargo, cuando todos dicen que la juventud está perdida y que le es indiferente a todo, venimos nosotros, a demostrar que querer es poder y que siempre hay algo por hacer. No vamos a cambiar la realidad, pero no nos vamos a rendir y no nos vamos a sentar a esperar. El mundo tiene un punto de apoyo, y es cuestión de descubrir dónde apoyar la palanca para moverlo; creo y siento que vamos por el buen camino. Brindar un espacio en el que los niños puedan, por lo menos durante dos horas, darse cuenta que el jugar, el compartir, el crear, el leer, el escribir, el sentirse protagonistas, el sentirse contenido, el sentirse protegido y el poder ser abrazado, son derechos suyos, es un gran avance. Porque así sabrán que hay algo diferente en esa loca esfera que gira sin parar llamada mundo. La música, el arte, el juego son importantes herramientas, pero las palancas que estamos usando son más valiosas aún: el contacto de lo humano.
Sigamos creyendo, sigamos construyendo, sigamos aprendiendo, sigamos…el tiempo nos dará la razón y mañana podremos decir que fuimos protagonistas en la construcción de un mundo donde la igualdad de oportunidades es posible.
¿Quién dijo que todo esta perdido? Si venimos a ofrecer el corazón…
“Con el puño cerrado no se puede sentir lo que es un fuerte apretón de manos” Es por eso que tenemos que seguir como hasta ahora…con las manos abiertas.
Es sólo una cuestión de actitud…Adelante con el desafío.


Fede